Un mediodía cualquiera Agustin Iniesta estaba repartiendo cartas cuando de pronto le llego una dirección de una casa que no tenia puerta ni ventanas pero tenia un agujero gigante y el timbre era una pelota de tenis, lo tocó con su maletín y le apareció un perro en dos patas y ¡muy bien vestido!.
Tomás Cordera y Lautaro Morales.
5º A
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